miércoles, 31 de diciembre de 2014
CAPITULO 46
Lunes, 12:46 a.m.
Cuando llegaron a las puertas de la finca, hasta los policías de servicio parecían medio adormilados. Ya se habrían marchado de no ser por el asesinato de O'Hannon, pero Castillo se mostraba obviamente protector con la acaudalada comunidad de élite. Tras echar apenas un vistazo rápido, uno de los agentes abrió las verjas y Pedro
ascendió por el serpenteante camino.
A medio camino Pau se había percatado de que su ropa interior colgaba del espejo retrovisor, y con un suspiro que él pareció encontrar muy divertido, la desenganchó de allí y se la guardó en el bolso. De acuerdo, sí que era divertido, y por eso se sentía tan relajada que apenas podía mantener los ojos abiertos cuando se detuvieron frente a la puerta.
—¿Debo llevarte en brazos adentro? —preguntó, dedicándole una sonrisa presumida mientras abría su puerta.
—Te respondería «no me jodas», pero entonces no entraríamos nunca. — Sofocando un bostezo, bajó del coche. Tiró apenas conscientemente del corto vestido que cubría su trasero desnudo y fue delante hasta la puerta.
Pedro la abrió.
—No llevas bragas —canturreó alegremente en voz baja, inclinándose a besarle el cuello cuando pasó por su lado.
A Paula le flaquearon las rodillas.
—Corta el rollo —bramó, mirándole con calma—. Seguridad, ¿recuerdas?
—Nuestra foto aparece en el periódico, cariño. Me parece que no es un secreto que estamos saliendo.
—Eso no es salir. Lo que acabas de hacer con la boca son… cosas de alcoba.
Él sonrió de buena gana.
—De eso nada. Deberías ver mi repertorio de alcoba.
Ella alzó la mirada a la escalera, buscando cables o cualquier otra cosa que se saliera de lo corriente. Dado que Etienne estaba muerto y Partino arrestado, seguramente estaban a salvo… pero alguien se había cargado también a O'Hannon.
—Ya vi tu repertorio en el coche —dijo, incapaz de resistirse a dibujar una sonrisa maliciosa—. No está mal.
Su repertorio de alcoba les había mantenido ocupados fuera hasta pasada la medianoche, y a juzgar por la expresión de sus ojos, todavía no había terminado. Y pensar que antes creía que era entretenido, pero se había quedado corta. Y no sólo era el sexo, por excepcional que fuera. Había algo embriagador en un hombre que entraba en una habitación como si la poseyera… y en saber que, probablemente, así
era. Para alguien de su profesión, cuyos miembros se pasaban el tiempo mezclándose, adaptándose a cualquier situación que se presentara, su flagrante confianza resultaba hechizante.
Ella comenzó a subir la escalera, sólo para encontrarse con que él la agarró del codo.
—Yo iré delante.
Pau le miró ceñuda.
—No digas tonterías. Tú te ocupas de las tareas de rescate, su señoría, y yo me encargo del reconocimiento del terreno.
Aquello no le gustaba; sin embargo, Pau era consciente de que Pedro Alfonso poseía un gran sentido común e inteligencia, y tras un momento que le pareció que se debía más al deseo de causar una impresión que porque en efecto discrepara, él asintió y le indicó con un ademán que procediera.
Pasaron junto al Picasso del descansillo y ella trató de echarle un vistazo. Pero en la penumbra no alcanzaba a atisbar si era o no auténtico, así que supuso que Pedro
había tenido razón al sugerir que esperaran al día siguiente.
A decir verdad, la idea de irse directamente a la cama la atraía inmensamente,después de la noche anterior y del chute de adrenalina de esa mañana, después del revolcón en el asiento trasero del Bentley, se sentía completamente exhausta, pero la idea de tener de nuevo a Pedro en la cama con ella la llenaba de… satisfacción, mucho más que de lujuria. Era una lástima que hubiera decidido bajar a registrar el despacho de Partino esa noche. Seguramente podía esperar a que fuera de día, pero ya había desoído sus instintos. Ya era hora de unas clases de repaso para ladrones.
—Voy a inspeccionar tu habitación y la mía, sólo para estar seguros —dijo por encima del hombro, manteniéndose en el lado del pasillo donde la luz de la luna brillaba con mayor intensidad.
—Dejemos que los de seguridad registren mi habitación por la mañana — respondió—. Nos vamos a tu cuarto, y no eres mi guardaespaldas.
—No quiero que te tropieces con una bomba, Pedro. Confío en mí misma más de lo que confío en ellos. Yo examinaré tu habitación.
—Estás preocupada por mí —declaró.
—Preparas un buen filete a la parrilla —dijo. «¡Genial!» Ella se había dado cuenta de que aquella… asociación suya parecía evolucionar en una compleja maraña de sus emociones y las de él, pero ahora incluso él se había percatado de eso.
Pedro le hizo dar media vuelta para besarla profunda y lánguidamente.
—Gracias. Ambos iremos mañana a examinar la habitación —sugirió—. Debes de estar más cansada que yo, y eso que apenas puedo mantener los ojos abiertos. No tiene sentido merodear sin un buen motivo… sobre todo cuando quienquiera que matara a O'Hannon todavía anda suelto.
—De acuerdo, está bien. —Se apartó de sus brazos y continuó por el pasillo—. Pero creía que la gente como tú nunca se cansaba.
—Sólo cuando estamos con personas como tú.
El pasillo y su suite estaban ambas despejadas, y se quitó el vestido y puso una camiseta y ropa interior limpia mientras Pedro estaba en el baño. Pau decidió echarse
en la cama durante un minuto mientras esperaba su turno.
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Buenísimo,me encanta!!!
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