martes, 6 de enero de 2015
CAPITULO 64
Martes, 7:08 p.m.
Hora de Londres
Pedro le miró durante largo rato.
—Tú. Fuiste tú todo el tiempo.
—Bueno, uno tiene que ganarse la vida, ya sabes. Y tú has hecho que me la gane bien. —La pistola continuaba apuntando a Pedro, pero el bate se agitaba en dirección a
Pau—. Tú debes de ser Pau Chaves. No cabe duda de que Sean O'Hannon te subestimó más de lo debido.
Meridien se puso en pie como pudo.
—Ricardo, yo…
El bate impactó contra el rostro de Meridien, enviándolo al suelo en un encogido montón.Pau contuvo la respiración hasta que oyó gemir al hombre. No estaba muerto, gracias a Dios. Fijó de nuevo su atención en el atractivo rubio.
—Ricardo —repitió en voz alta—. Ricardo Wallis.
—Eres lista. Muy bien. Odiaría pensar que sólo fue la mala suerte lo que hizo que te anticiparas a mí. ¿Por qué no te acercas y me dejas que le eche un vistazo a la putita de Pedro?
—No te muevas, Paula —le ordenó Pedro, moviéndose un poco para colocarse entre Wallis y ella.
—«No te muevas, Paula» —se burló Wallis—. Después de que Patricia te llamara y que no le preguntaras nada especial sobre mí, supuse que te dirigirías a ver a Harry, engreído hijo de puta.
—¿Y ahora, qué? —preguntó Pedro con voz amenazadora y dura.
—Bueno, ahora tendré que matarte y hacer que parezca que Harry y tú acabasteis el uno con el otro.
—No te servirá de nada —interrumpió Pau. El hombre de pie frente a ella había matado a Etienne y a O'Hannon. Y había querido acabar con Partino sin importarle que la bomba alcanzara a otros. No se le ocurría nada para evitar que
disparara a Pedro… salvo su propia codicia.
—¿Y eso, por qué, señorita Chaves?
—El FBI tiene todas las falsificaciones de Palm Beach. Todo lo que te has llevado está caliente, y se te ha terminado el chollo con Partino encerrado en la cárcel, no habrá nada más para ti.
—Partino es un codicioso capullo. No lo necesito.
—Trató de actuar por detrás de ti y vender a la baja la tablilla a Harry, ¿verdad? —insistió Pau.
—Muy bien —respondió. Meridien se movió de nuevo y Wallis le golpeó en el cráneo—. Abajo, muchacho.
—¿Y qué te hicieron O'Hannon y Etienne?
—Bueno, DeVore se enfadó porque, por lo visto, erais amigos, y no sabía que había sido a ti a quien contrataron para entrar al mismo tiempo. Eso fue culpa de O'Hannon. Yo me limité a decirle que enviara a algún gorila para que entrara y se llevara las culpas. En cambio, te envió a ti, chica lista, y luego le entró el pánico.
—Estás muy verde en esto de robar, Wallis —dijo, deslizando los dedos en torno al abrecartas doblado—, robando a un solo tipo, así que te contaré un secreto.
Los ladrones formamos una comunidad. O'Hannon era un asqueroso gilipollas, pero todos lo sabíamos. O bien trabajabas con él, o no. No se permiten asesinatos. Lo
mismo con Etienne. Has matado a dos de los nuestros. Todos se enterarán. Y alguien se irá de la lengua, sobre todo si alguien infringe el código. Si hay recompensa
monetaria de por medio, haremos cola para delatarte.
—Dios santo, estoy temblando. Pedro, haz que cierre el pico o lo haré yo.
—Paula —dijo Pedro en voz baja.
Wallis bajó el bate de criquet para apoyarse en él.
—Sabes, ahora que lo pienso, éste es el único paso que queda. Llevo años robándote tus prestigiosas obras de arte y tú has mostrado falsificaciones a gobernadores, senadores y a jefes de Estado.
—Puedes recibir terapia para tu desorden mental —medió Pedro—. Aunque yo mismo puedo descubrir si tienes complejo de Napoleón o sí sólo eres patético y estás
celoso.
—Cierra la puta boca —replicó Wallis—. No he terminado. Te he robado la esposa, lo cual no exigió demasiado esfuerzo por mi parte, he sustituido tus obras de arte con falsificaciones y ni siquiera has notado la diferencia, y ahora, ¡zas!, te mato. Punto final. Yo gano. —rio entre dientes, seguro de sí mismo—. Estuve a punto de conseguirlo la semana pasada. Pensé, ¿por qué no? Ha vuelto pronto a Florida, bien puede hacer un esfuerzo. Lo planeé al milímetro, pero o tu ladrona se movió demasiado rápido, o Dante fue demasiado lento.
—¿De qué estás…?
—¿Te suena esto familiar? Ring, ring.
Pau vio tensarse los músculos de los hombros de Pedro.
—El fax. Fuiste tú quien me despertó aquella noche.
—Buen chico. Estuve cerca de conseguirlo. Muy cerca.
—Pero no fue así.
Wallis suspiró y sacudió la cabeza.
—Tras tu divorcio, todos los periódicos señalaron lo generoso que fuiste al dejar que tu esposa adúltera y su amante se quedaran con tu casa de Londres. No mencionaron que casi me dejas en la ruina con tu pequeña broma de Nueva York, o que vaciaste tu preciosa mansión, pintaste todas las paredes de rojo y echaste colchones sucios en el suelo.
—¿Hiciste eso? —preguntó Pau, obligándose a reír—. Ya lo pillo; tú te has hecho la cama, ahora duerme en ella.
—Pensé que era muy poético —comentó Pedro.
—Precioso.
Wallis sacudió nuevamente la cabeza.
—Creíste que habías sido tú quien dijera la última palabra, ¿verdad? Te equivocabas. Yo gano. Juego, set y partido. Bueno, ¿alguna pregunta más o seguimos adelante? ¿Cómo de generoso vas a ser esta noche, Pedro? ¿Te mato primero a ti o a ella?
—A mí —dijo Pedro sin dilación.
—Esperaba que dijeras eso. —Estiró el brazo. A esa distancia, no fallaría.
—Por cierto —interrumpió Pau de nuevo, la desesperación hacía que su voz sonara tensa—, te has percatado de que Meridien tiene un sistema de cámaras de vigilancia, ¿no? Llevas en la cámara indiscreta desde que has entrado aquí. —Alzó lentamente la mirada hacia el rincón detrás de él y volvió a bajarla.
Wallis dudó un instante, y fue todo cuanto Pau necesitó.
Paula salió velozmente de detrás de Pedro, y le arrojó el abrecartas doblado. Él se lanzó desde el escritorio sobre Wallis, y ambos cayeron sobre la silla y de ahí al suelo. La pistola salió volando de la mano de Wallis, pero éste logró golpear a Pedro en la espalda con el bate.
Gruñendo, Wallis gateó en busca de la pistola mientras Pedro se retorcía para agarrarle de la pierna y detenerle. La pistola se deslizó bajo un aparador, y Pau fue a por ella. Wallis la agarró y ella le propinó un fuerte codazo en la cara.
—¡Pau, retrocede! —vociferó Pedro, arreglándoselas para ponerse de rodillas y darle un fuerte puñetazo a Wallis en los riñones.
Wallis se retorció como una serpiente, y consiguió golpear con el bate en la cara a Pedro. La sangre manó de su labio y también de la nariz, y se tambaleó hacia atrás.
Su atacante saltó sobre él, y alzó de nuevo el bate.
Pau se le subió a la espalda.
—¡No! —gritó, con una mano en el bate y la otra alrededor del cuello de Wallis.
Tiró hacia atrás con tanta fuerza como pudo y el hombre perdió el equilibrio, y se cayó pesadamente al suelo encima de ella.
El aire se escapó de sus pulmones debido al impacto.
Resollando, Pau le apretó del cuello. Un codo impactó contra su caja torácica con la fuerza suficiente como para
hacer que se le pusieran los ojos en blanco. Aflojó el brazo y él se encaramó sobre ella a cuatro patas, agarrándola del pelo y golpeándole la cabeza contra el suelo.
Un dolor punzante atravesó su cabeza, palpitando y retumbando y haciendo que los sonidos parecieran huecos y distantes. Trató de dar patadas, pero él le inmovilizó las piernas con las rodillas. Le había agarrado la mano derecha y se la sujetaba por encima de la cabeza mientras la golpeaba sin piedad, pero tenía la izquierda libre. Buscó el bate de criquet con la vista algo nublada.
Éste se le escapó, y luego el peso del hombre desapareció de encima de ella.
Con la vista descentrada divisó fugazmente a Pedro que sostenía el bate como un auténtico profesional, lo levantó y golpeó a Wallis con todas sus fuerzas en la cabeza, y luego escuchó el sonido de un cuerpo al caer. Entonces todo se volvió negro.
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wow que intenso,no lo podes dejar ahí!!! subí más!!!
ResponderEliminarQué capítulos!!! Al final era Ricardo! Está loco con todo lo que hizo! Ojalá que ambos estén bien! Que intenso todo!
ResponderEliminaraaahhhhh impactante... solo espero q no los culpen a ellos de asesinato o algo parecido. espero los próximos aaayyyyy!!!!!
ResponderEliminarWowwwwwww, re intensos los 3 caps!!!!!!!!!!!!!!
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