Viernes, 7.44 p.m.
— Esto es una estupidez —farfulló Paula por encima del hombro cuando salía de la limusina—. No quiero estar aquí. —Tenía que planear un maldito robo y él quería hacer vida social.
Pedro se apeó después que ella.
—Es un bonito gesto. Y ya estamos aquí.
Dejó que la tomara de la mano mientras recorrían la acera.
—No es ningún gesto. Sólo nos lo pidió para que todo el mundo pudiera acercarse a echarme un vistazo... a los dos, y ponerse a cuchichear.
—Estoy acostumbrado a que cuchicheen sobre mí.
—De acuerdo, pues bien para ti. No te han arrestado esta semana. ¿Qué dirían de ti? «Ohh, es aún más guapo en persona», u «Oye, Marge, ¿de verdad crees que es tan rico?».
—¿«Marge»? —repitió con la voz teñida de diversión.
—Ve tú. Ruben puede llevarme a casa.
—Sí, me voy un ratillo a una fiesta mientras decides a quién vas a robarle los diamantes.
El corazón se le disparó al oír aquello. Escucharlo en voz alta todavía le ponía de los nervios. Sanchez y ella nunca habían mantenido estas conversaciones sin tapujos.
—Estoy esperando sugerencias alternativas que cumplan con todos los requisitos de Veittsreig y no me obliguen a huir del país. ¿Y bien?
Pedro desvió la vista hacia ella.
—Estoy en ello.
—Yo también.
—Pues volvamos a casa a pensar en eso.
—Ya hemos aceptado la invitación.
Era obvio que Pedro no lo comprendía.
—¿Y desde cuándo te gustan las fiestas de lameculos? Seguramente los acróbatas hayan anulado su actuación, y por eso necesitan que venga yo a entretenerles. Por eso nos han invitado. Ya tengo cosas de qué ocuparme esta noche, muchas gracias.
—Paula —dijo, haciéndole subir un peldaño—, a veces no son las razones lo que importan. A veces lo más importante es el gesto. ¿Preferirías que esta gente te recuerde esposada por la tele o siendo encantadora en casa de Boyden Locke? Estos son tus clientes potenciales.
Clientes. Y objetivos una vez más. ¡Mierda!
—Así que no pasa nada si cuchichean siempre que vean que he sido invitada al baile.
—Exactamente, Cenicienta. Tanto si a nivel personal Locke te cree inocente o culpable, el hecho de que te haya invitado implica que te da su apoyo. —Pedro deslizó la palma del brazo al hombro de Paula.
Sabía que Pedro tenía razón. Pero eso no hacía que la idea de que se pasaran toda la noche mirándola como bobos resultara más agradable.
—Me parecería mejor si pudiera ser otra —masculló—. Tal vez una rubia. A ti te gustan las rubias.
—Me gustas tú.
El único motivo por el que se había subido al coche con él era que había pensado que quienquiera que hubiera contratado a Nicholas y a Martin podría asistir. Las probabilidades eran mínimas, pero estar allí sería la mejor oportunidad de que dispondría para echar un vistazo sin tener que allanar el lugar. Quienquiera que fuera, tenía que estar forrado. Ningún ladrón trabajaba por cuatro duros. Y tal como había dicho Pedro, la gente que podía permitirse un nuevo Hogarth y cualquier otra cosa que hubiera en el menú, era la misma que podía permitirse sus servicios.
Pedro alargó el brazo sin soltarla para llamar. Cuando la puerta se abrió, un muro de luz y bullicio se les vino encima casi con fuerza física.
***
—Mi reino por una botella enorme de alcohol —respondió Paula, luego avanzó con una deslumbrante sonrisa cálida hasta su anfitrión—. Boyden, consideré muy generosa tu invitación a tomar café. Esto es encantador por tu parte —dijo Pau, tomando las manos de Locke entre las suyas.
—Ni mucho menos tan encantador como tú. Eres un hombre afortunado, Alfonso.
Pedro le estrechó la mano a Locke.
—Soy muy consciente de eso.
Se quedó un poco rezagado y observó cómo Locke paseaba a Paula, presentándosela a algunos de los ciudadanos más acaudalados y de mayor influencia de Manhattan. Los encandiló a todos ellos, haciendo incluso algunos humildes chistes delicados acerca de su propio gusto en cuestión de arte y de brazaletes. Por un instante se preguntó a cuál de ellos decidiría robar... y qué demonios iba a hacer él al respecto.
—¿No te parece estupenda? —dijo a su espalda una voz femenina con un refinado acento británico.
Armándose mentalmente de valor, dio media vuelta y miró.
—Hola, Patricia. Tenía el presentimiento de que podrías estar aquí esta noche.
Sus labios rojo rubí dibujaron una sonrisa y se llevó la mano a su cabello rubio, artísticamente recogido.
—¿Por eso has venido?
—Por eso he estado a punto de no hacerlo. ¿Quién es tu acompañante?
—No salgo con nadie en estos momentos. Exceptuando a mi primer marido, me veo obligada a reconocer que mi gusto en cuestión de hombres ha sido bastante pésimo.
Hum. No había nada mejor que condenaran por homicidio al ex marido número dos y que hicieran lo mismo con el primer novio formal para que una chica se ganase cierta reputación. No obstante, Patricia no necesitaba que se lo recordaran, y él no tenía la menor intención de hacerlo en público. En cambio levantó su mano y le rozó los nudillos con los labios.
—Estás muy guapa esta noche.
Sus ojos azules se abrieron desmesuradamente debido a la sorpresa.
—Gracias, Pedro. Tú también.
Como si del guión de una película malísima se tratara, Matsuo Hoshido eligió ese momento para acercarse a ellos, con una atractiva mujer japonesa de estatura menuda del brazo.
—Ah, Pedro—dijo, inclinándose—. Esta es la encantadora Paula, ¿verdad?
Patricia Alfonso Wallis se aclaró la garganta, pero antes de que pudiera responder, Pedro sacudió la cabeza.
—Me temo que es la encantadora Patricia Wallis —dijo, estrechándole la mano a Hoshido.
—Paula está... —se interrumpió cuando un brazo desnudo se deslizó alrededor de su manga, cálido y familiar—, aquí mismo —prosiguió, desviando la mirada hacia ella.
Paula miraba fijamente a Patricia.
—Hola, Patty. Me parece que Boyden te está buscando.
Los músculos de la mandíbula de Patricia se contrajeron.
—Gracias. Dispénsenme.
Sin molestarse en contemplar la marcha de Patricia, Paula le ofreció la mano libre a Hoshido, inclinándose al hacerlo.
—Usted debe de ser Hoshido. Pedro ha maldecido en varias ocasiones su agudo juicio para los negocios.
Hoshido rio entre dientes mientras le estrechaba la mano.
—Es usted tan encantadora como la describió Pedro. Paula, Pedro, les presento a mi esposa, Miazaki. Me temo que su inglés es un poco...
—Bonsowaru —intervino Paula, ofreciéndole la mano a la señora Hoshido—. Buenas noches.
—Bonsowaru. ¿Habla usted... japonés?
—Hai. Wakuza.
—¡Maravilloso! —exclamó la señora Hoshido—. Yo también hablo un poquito inglés.
Paula esbozó una amplia sonrisa.
—Entonces nos las arreglaremos estupendamente.
Cuando las dos mujeres se pusieron a charlar y a reír, Hoshido le indicó a Pedro que se hiciera a un lado con él.
Así lo hizo después de darle un apretoncito a Pau en la mano.
***
—Sí que lo es.
El hotelero le lanzó una mirada.
—No sabía que hablaba japonés.
Pedro rio entre dientes.
—No tenía ni la menor idea.
—Además es lo bastante valiente como para venir aquí cuando todos están al tanto de su arresto.
¡Estupendo!
—Sí, así es. El pasado de su padre dista de ser... inmaculado, y la policía mostró un exceso de celo. Fue un desafortunado error.
—Pero tal como admitiste esta mañana, sí te robaron un cuadro muy valioso.
—Sí —reconoció Pedro, esforzándose porque su voz sonara relajada—. Un lamentable error por parte del ladrón.
—Así pues, ¿de verdad piensas que recuperarás la pintura?
—Sé que lo haré.
—Ah, una afirmación muy osada.
—Soy un tipo muy atrevido. —Y no permitiría que nadie le robase y saliera impune de ello.
—Tengo una sugerencia.
—¿De qué se trata? —preguntó Pedro.
—Deberíamos ir a cenar mañana por la noche. Sin abogados ni esposas. Tan sólo nosotros dos. Tal vez seamos capaces de llegar a un acuerdo con mayor rapidez sin nadie que interfiera.
—Me parece una idea espléndida, Matsuo. ¿Qué le parece Daniel's en la Sesenta y cinco, mañana a las siete en punto?
—Allí estaré.
Regresaron con las señoras cuando otra horda de la acaudalada élite les rodeó. A juzgar por la expresión de Paula, cualquiera pensaría que no sólo había nacido en el club, sino que además era su princesa honoraria. No era probable que alguno de ellos le pidiera que se pusiera a hacer malabarismos; tanto si Pau sabía hacerlos como si no, sin duda era una maga consumada.
Sacó su teléfono móvil con una ligera sonrisa en los labios y marcó.
—María, a ver si puedes conseguirme una reserva para dos en Daniel's para mañana a las siete. En el palco del chef, si es posible.
—De inmediato, señor Alfonso.
Había superado un obstáculo. Pero en ese momento le preocupaba más el probable asuntillo de trabajo que Paula tenía pendiente esa noche.
Ayyyyyyyyy, x favor que Pau no caiga de nuevo.
ResponderEliminarme huele a trampa... aaayyyyyyy Pau, cuidate; Pedro se desespera... ufaaaa debo esperar a la noche por los siguientes caps
ResponderEliminarOtro robo? otra vez??? cada vez se embarra más Paula! Un día les puede salir mal!
ResponderEliminarbuenísima la nove!!!
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