lunes, 26 de enero de 2015

CAPITULO 130






Walter Barstone se paseaba por la zona de recepción de las nuevas oficinas centrales de Alfonso en Nueva York. Para empezar, no podía creer que estuviera en el maldito edificio.


Paula había cruzado la tercera puerta del pasillo de la izquierda y él no le había quitado la vista de encima. Era idiota, arriesgando algo bueno por algo tan voluble como la verdad. Aunque a su modo, supuso que Paula siempre había sido honesta. En cualquier caso, se regía por su propio código.


El murmullo de voces lejanas granó en intensidad. Ay ay ay. 


Lo próximo que sucedería era que comenzarían a romper cosas y a continuación era posible que alguien acabara siendo arrojado por la ventana. Dado que se encontraban en la planta quince, eso no podía ser bueno.


Al otro lado de la puerta se escuchó el sonido de algo al romperse. Walter hizo un movimiento con los hombros. De acuerdo, había llegado el momento de intervenir. Se dispuso a acercarse.


La recepcionista se puso en pie.


—Lo siento, señor, pero tiene que esperar ahí. ¡Señor! ¡No puede entrar ahí!


—No pasa nada; soy de la familia —dijo, y abrió la puerta del despacho de golpe. Oyó cómo la mujer llamaba a seguridad, pero hizo caso omiso al cerrar la puerta después de entrar—. Vaya. Bonito despacho, Alfonso —dijo, pasando por encima de la bandeja de vasos rotos.


—Como ya he dicho antes, puedes contarme lo que sea. —Cuidado con lo que deseas. se giró hacia él.


—Walter. Ya veo que fuiste incluido en la reunión de la familia Chaves.


—Hace dos días me quedé igual de sorprendido que lo estás tú ahora. Nadie buscó esto.


Los ojos de Alfonso eran fríos como piedras.


—Yo sí que me lo he buscado. Y ahora la maldita familia Chaves al completo y sus amigos tienen carta blanca para robarme. Puedes imaginar lo encantado que me siento de que por fin me hayan informado de mi abyecta estupidez. —Preciso, impasible y despiadado. Paula sabía bien cómo escogerlos.


Pau se encontraba de pie al fondo de la estancia, fulminando a Alfonso con la mirada, sus hombros subían y bajaban y la expresión de su semblante era la que Walter conocía como herida cólera. ¡Genial! Dos volcanes en erupción... y él en medio de ambos.


—Dado que no estaba aquí para la fiesta —dijo—, haré un resumen por mi propio bien.


—¿Por qué no te vas a hacerlo a otra parte? —le sugirió Alfonso, su acento británico más marcado que nunca—. Ésta es una conversación privada.


—No. Creo que voy a quedarme. Así que le has contado que Martin se presentó y dijo que había cambiado su condena a cadena perpetua por trabajar para la INTERPOL, ¿no?


—No te molestes, Sanchez —refunfuñó finalmente Pau, con la atención centrada en Alfonso—. Me he desahogado y el Señor de la Mansión se ha pillado un buen rebote. 
Salgamos de aquí.


—No —interrumpió Alfonso antes de que pudiera hacerlo Sanchez—. Me gustaría saber que otros objetos les ha ofrecido a sus amigos la señorita Arramplo con todo lo que no esté clavado al suelo.


—¿Qué amigos? ¿Cómo puedo tener amigos cuando estoy contigo?


—Tú...


—Ah, dadme un puto respiro —dijo Walter, levantando la voz—. ¿No lo pillas, Alfonso? Si recupera el cuadro, la banda descubre que Martin les ha delatado y es hombre muerto. Probablemente también Pau. Si ella...


La puerta se abrió de golpe, un par de guardias de seguridad armados entraron y le flanquearon uno por cada lado.


—¡No se mueva!


Alfonso se adelantó.


—No pasa nada. No es más que un desacuerdo familiar. Gracias, muchachos.


Enfundaron sus armas y salieron.


—De acuerdo, señor Alfonso. Lo lamentamos.


—Has perdido tu gran oportunidad de hacer que me sacaran a rastras, nuevamente esposada, Pedro —le provocó Pau.


—Cierra el pico, ¿quieres? —Alfonso se volvió de nuevo hacia Walter—. ¿Me decías?


—Sí. Si Pau no intenta recuperar el cuadro y en vez de eso acude con la historia a la policía, la INTERPOL se queda sin su gran arresto y Martin vuelve a la cárcel. Le dije que no te contara nada y que las aguas volverían a su cauce. Pero resulta que a Pau no le gusta mentirte.


Pau y Alfonso se fulminaron con la mirada el uno al otro durante un minuto; la fuerza arrolladora contra el objeto inamovible. Al menos había conseguido hacerles callar durante un rato.


—Ya he sido el blanco de ladrones en otra ocasión —dijo finalmente el inglés con voz más serena—. No lo toleré entonces. Si lo hago ahora, bien podrían colgarme un letrero que dijera «pégame». A ninguno de tus antiguos colegas no les importaría que hubiera circunstancias atenuantes esta vez.


—Quieres decir que asociarán el que yo viva contigo como una señal de bienvenida para ellos —intervino Pau—. Después de esto lo harán, de todos modos. Lo sé.


—Te dedicas a diseñar instalaciones de seguridad, cielo —interrumpió Walter.


—No, Pedro tiene razón —respondió, su voz perdió intensidad—. Sabía que iba a pasar en cuanto vi a Martin. Soy buenísima con la seguridad —agachó la cabeza—. Maldita sea.


—Tu trabajo no es proteger mis cosas.


—Tampoco es hacer que te roben.


Alfonso cerró los ojos brevemente.


—Walter, ¿puedes disculparnos un momento?


—¿Pau? —Los refuerzos no iban a marcharse a menos que los indios tuvieran rodeado al vaquero.


Ella alzó la cabeza.


—Me largo a dar un paseo. Vosotros podéis hacer lo que os venga en gana. —Apartándose de la pared, se dirigió hacia la puerta.


—Vete, siempre que regreses. —Alfonso dio un paso hacia la puerta.


—Deja de darme órdenes, Alfonso —espetó.


—Y tú deja de ponerte a la defensiva, Chaves. Me reuniré contigo en la cafetería del vestíbulo dentro de media hora.


—Hecho. E invita a Sanchez. Ha estado durmiendo en un sofá. —Atravesó la puerta y la cerró al salir.


Pedro se volvió hacia el ex perista.


—Exactamente, ¿qué demonios haces en Nueva York?


—Pau me llamó, me dijo que había visto a un fantasma y que quería que viniera y confirmara si estaba loca o no.


—Si no hubieras venido, podría haberse confiado a mí. ¿Se te ha ocurrido eso? —Tratando aún de asimilar la conversación de los últimos veinte minutos,Pedro se sintió realmente tentado por un instante de darle una paliza a Barstone, sólo por desahogo. ¡Dios bendito! A pesar de todas las cosas que había esperado oír de Pau, enterarse de que su padre estaba vivo, sano y que por lo visto continuaba en activo no había sido una de ellas.


—No, en realidad no se me pasó por la cabeza. Ella me llamó y yo vine. Somos familia.


—¿Y qué soy yo?


Barstone hizo una mueca.


—No creo que quieras que te responda a eso.


—Por supuesto que quiero. —Walter era más corpulento que él, pero tenía aproximadamente la misma altura. 
Teniendo en cuenta que él era veinte años más joven y que estaba en forma, tenía ventaja—. Ilústrame, Walter.


—Está bien. Eres un tipo rico colgado con la novedad hasta que ésta comience a repercutir en tus negocios... como ahora. Por eso estás cabreado, ¿no? Porque ahora tenerla cerca es un incordio, ¿verdad?


—Gilipolleces —respondió bruscamente Pedro—. Gilipolleces. Estoy cabreado porque decidió que yo iba a limitarme a... levantar las manos y a largarme porque su pasado se ha presentado ante la puerta. Ni siquiera me lo contó; simplemente lo dio por hecho. Y tú le dijiste que me dejara al margen. Le dijiste que me mintiera. No es tanto culpa mía como lo es tuya.


—¿Mía? ¿Por qué narices me metes en medio?


—Porque mientras estés cerca Pau puede volver —dijo de manera tajante—. Tú haces que tenga un lugar adonde ir que no sea hacia adelante.


—No, yo le doy una posibilidad. Eres muy guay, pero si quiere estar contigo sólo puede seguir una dirección. Lo que nos diferencia es que yo la apoyaría escogiera la dirección que escogiese. Si la haces feliz, entonces me retiro para que no sienta que debe preocuparse por mí. Si la acorralas y haces que sienta que tiene algo que demostrar, entonces puedes estar seguro de que intervendré e intentaré mantenerla a salvo.


Pedro inspiró profundamente, apretando la mandíbula para impedirse responder como deseaba. Lo único que le aterrorizaba más que el que Paula regresara a su antigua vida era que lo hiciese sola.


—¿Crees que se mantendrá al margen de esto? —preguntó finalmente.


—No, no lo creo. Has dejado muy claro que no te gusta que te utilicen. A ella tampoco le gusta —meneó la cabeza—. ¿Sabes?, esto es típico de Martin. Desaparece durante tres años, deja que su hijita crea que está muerto, y luego aparece para poder implicarla en uno de sus planes y le dice que es una experiencia educativa. —Walter dejó escapar una bocanada—. Siempre tiene que ser el maestro. Quiero decir que algunas de sus lecciones pueden salvarte la vida, pero está más cerca de ser Fagin que Howard Cunningham.


—Al parecer —dijo Pedro con lentitud, acercándose de nuevo a Barstone—, te he juzgado mal. Un poco.


—Sí, bueno. Gracias.


—Lo que más me importa es la felicidad y el bienestar de Paula. Puede que no me creas, pero la quiero. Mucho. Y no quiero perderla.


—Digamos que quizá te creo.


—Con eso me basta por ahora. —Pedro le tendió la mano


—. ¿Qué me dices si hacemos una tregua, al menos hasta que descubra el modo de salir de ésta?


Tras dudar un instante, Walter se la estrechó.


—Hecho.



3 comentarios:

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  2. Wowwwww, qué caps más intensos!!!!! Me encanta la actitud de Pedro al quererla tanto.

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  3. Muy buenos capítulos! Pensé que Pedro iba a recibir peor la noticia, pero él siempre piensa en proteger a Pau, ojalá ella no se ponga en riesgo siempre!

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