domingo, 25 de enero de 2015
CAPITULO 127
—Yo me ocuparé, Wilder —dijo Pedro, indicándole con un ademán al mayordomo que se apartara de la puerta principal.
—Muy bien, señor. Vilseau dice que la cena estará lista dentro de veinte minutos.
Wilder desapareció en dirección a la cocina y Pedro miró de nuevo por la ventana. Paula le entregó unos billetes al taxista a través de la ventana del pasajero, se enderezó acto seguido, levantó su bolsa de Bloomingdale's y se encaminó hacia la puerta. La ex ladrona, y sospechosa de robo en esos momentos, hacía que se le acelerase el corazón del mismo modo que la noche en que descendió de su techo cinco meses atrás para proponerle un trato de negocios.
Abrió la puerta.
—Buenas noches.
—¿Qué tienes para mí? —preguntó, atrayendo su cara con su mano libre y dándole un beso feroz.
Con sus bocas aún unidas, Pedro se las arregló para acordarse de cerrar la puerta principal. No es que una cerradura le preocupara en demasía a la mayoría de los conocidos de Pau. La puso de espaldas contra la puerta, quitándole la bolsa de la mano y dejándola caer al suelo. La mano libre de Paula se fue de inmediato a su cinturón, para unirse a la otra mientras le desabrochaba la cremallera.
—¿Qué es todo esto? —murmuró, gruñendo cuando ella introdujo la mano dentro de sus pantalones, manoseando y acariciándole.
—Te deseo.
Con su mano aún dentro de los pantalones, fueron a trompicones hasta la sala de estar. Pedro cerró la puerta con el pie mientras caían ambos del lateral del sillón al suelo.
—Despacio, cariño —dijo Pedro, mientras Pau le bajaba los pantalones hasta los muslos y le empujaba de espaldas acto seguido—. No pienso irme a ningún lado.
—No quiero ir despacio.
Retorciéndose, se desabrochó sus propios pantalones y se los quitó como pudo, sus monas braguitas azules siguieron el mismo camino. Con un gemido estrangulado se hundió en él. Pedro levantó la cabeza, respirando laboriosamente, y vio cómo su polla desaparecía dentro de Paula, centímetro a centímetro, deslizándose en su caliente y apretado interior.
Fuera lo que fuese que estuviera sucediendo, no pensaba discutir.
Pau se elevó y descendió sobre él, rápida y enérgicamente.
Pugnando por ejercer cierta dosis de control, Pedro metió la mano bajo su blusa para acariciar sus erguidos pechos mientras ella se movía. Profesando la misma emoción, se recostó cuando la sintió correrse, y elevó las caderas, sumergiéndose dentro de Paula, hasta que se unió a ella dejando escapar un gemido.
Paula se derrumbó sobre su pecho, besándole de nuevo.
—No ha sido muy digno, ¿no? —jadeó, rodeándole con los brazos y aferrándose fuertemente a él.
—Digno, no. Divertido, sí —respondió, devolviéndole el abrazo.
A Paula no le agradaban demasiado los abrazos, ni que la mantuvieran sujeta, y a Pedro le asustó el evidente y desesperado afecto que demostraba en esos instantes. Se aferró a él durante largo rato, su mejilla apoyada contra su pecho. Parecía que estuviera escuchando latir su corazón.
—No es que esto me moleste lo más mínimo —dijo serenamente, reacio a renunciar a la intimidad, pero lo bastante preocupado como para tener que preguntar—, pero ¿te preocupa alguna cosa, Pau?
Ella contuvo la respiración, y volvió a dejar que fluyera.
Lentamente asintió con la cabeza contra su pecho. ¡Dios santo!
Vale, aquello no era bueno. Calculando cuánto debería presionar y cómo reaccionaría Paula, decidió engatusarla para que hablase:
—¿No estás enferma, verdad?
—No —dijo. Su voz sonó amortiguada contra su camisa.
Todo bien, por el momento. —¿No estoy enfermo, verdad?
—No.
—¿Ha muerto alguien?
—No. En absoluto.
Casi frases completas. La cosa parecía ir a mejor. Continuó hablando, manteniendo un tono de voz sereno y bajo, y siguiendo con preguntas agradables:
—¿No habrás robado nada que te obligue a huir del país, verdad?
—No he robado nada.
—¿No han arrestado de nuevo a Sanchez, no?
—No.
—¿Alguien a quien conoces ha robado algo que le obligará a huir del país?
Pau se incorporó, bajando la mirada hacia él a través de su enredado cabello caoba. Se lo había dejado crecer un poco y Pedro encontraba sumamente atractivos esos pocos centímetros de más.
—Tengo que pensar en ciertas cosas —dijo pausadamente.
—¿Puedes hablarme de ellas?
—Ahora no.
—¿Nunca?
—Eso es lo que tengo que pensar. No insistas, ¿vale?
Pedro lo pensó durante un momento, difícil como era estando todavía dentro de ella. Pau acababa de admitir que algo pasaba. Si accedía a no hacerle preguntas, ¿le estaba dando una especie de permiso para que continuara con ello? Ambos se encontraban en un buen aprieto en esos momentos.
—¿Puedes prometerme que esto en lo que tienes que pensar no va a poner tu vida en un peligro inminente?
Paula asintió.
—Eso te lo puedo prometer.
—Entonces te daré algo de tiempo, Pau, pero no desistiré indefinidamente. Es obvio que al estar juntos lo que te afecta a ti, me afecta a mí. Y sabes que puedes contármelo todo. Cualquier cosa.
—Seguramente deberías pensarte mejor eso —respondió—. Puede que haya cosas que no quieras saber.
Pedro le sostuvo la mirada durante largo rato. Aunque había llegado a conocerla bien, todavía había ocasiones en que le era imposible comprenderla. Ésta, sin duda, era una de ellas. ¿Había algo que pudiera decir que le hiciera desear distanciarse de ella? Teniendo en cuenta las respuestas de Paula a sus preguntas anteriores, no se le ocurría de qué podría tratarse. Pese a todo, ni mucho menos llevaba una vida convencional, ni siquiera cuando se pasaba el día comprando en Bloomingdale's.
—Aún puedes contármelo todo.
—Dame un día o dos.
—Hecho. —Y ni un segundo más.
Se inclinó lentamente y le besó de nuevo.
—Gracias. —Se incorporó otra vez—. Bueno, ¿dónde está mi regalo?
Pedro resopló, a pesar de la preocupación. Pau siempre le mantenía en ascuas, aun cuando se encontraba tumbado boca arriba.
—Está en la mesa del comedor.
Ella se puso de pie y Pedro hizo lo mismo. En esos momentos supuso que lo único que podía hacer era esperar el próximo impacto, y armarse con toda la información y munición que pudiera antes de que se produjera.
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Qué difícil todo esto para Pau. Ojalá se lo cuente a Pedro y juntos lo solucionen.
ResponderEliminarContáselo Pau, porque a tu papá a parecer solo le preocupa él... se enojará pedro al enterarse que el padre de ella está vivo??? Carme, por favorrr apurate a subir los otros caps
ResponderEliminarMuy buenos capítulos!!! Pau debería confiar más en pedro y contarle lo del padre antes de que se entere por otro lado!
ResponderEliminarbuenísimos los capítulos!!!
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