sábado, 3 de enero de 2015

CAPITULO 54



La encontró en la galería del primer piso, mirando fijamente las paredes y el suelo todavía ennegrecido por el fuego.


—Puede que no sea necesario que testifiques, sabes —dijo, guardando la distancia hasta que pudiera estimar su estado de ánimo—. Podemos mostrarle lo que tenemos a su abogado, y quizá nos entregue a sus cómplices.


Ella resopló.


—Pareces Sam Spade. «Huye, es la pasma.»


—¿Y qué significa eso?


—Francamente, no tengo ni idea. —Todavía mirando el desorden, se plantó las manos en las caderas—. Antes de llevar a cabo un trabajo, lo ensayo en la cabeza.Detenerme en este punto, agacharme allá, girar a la izquierda, subir las escaleras.


—Es lógico —declaró, deseando que ella hubiera empleado un tiempo pasado.


—No logro ver a Etienne en esto. Lo he intentado y carece de sentido.


—Repásalo conmigo —sugirió Pedro, acercándose lentamente—. Quiero decir que puede que no tenga tu experiencia, pero sé lo que es lógico y lo que no.


Para su sorpresa, ella asintió.


—Eso podría ayudar. Pero no con Castillo y con Harvard aquí… y mucho menos con mi jefe.


—Por cierto, Tomas te delatará a Irving si vuelves a llamarle eso.


—De acuerdo, está bien. Entonces, le llamaré Yale.


—Pondremos a prueba tu teoría después de cenar.


—Sabes —dijo, acercándose a él y rodeándole la cintura con los brazos—, me llevaste a cenar a casa de los Gonzales, así que he pensando que podría hacer lo mismo.


—Quieres invitarme a cenar. —No se movió, dejando que ella controlara el grado de intimidad entre los dos.


—Sí. —Se puso de puntillas para besarle ligeramente.


—¿Sería algo así como una cita?


Ella dudó durante un brevísimo instante.


—Claro. Y casi puedo garantizarte que después tendrás suerte.


Pedro deseaba señalar eso en el calendario. Era la primera vez que Paula daba un paso para hacer avanzar su relación más allá de un sentido físico.


—¿Antes o después de que repasemos la versión del robo de Etienne?


Paula se echó a reír por lo bajo, apoyándose contra su pecho y deslizando las manos en su trasero. Cuando se enderezó tenía su cartera en una mano.Pedro ni siquiera había notado que se la había quitado.


—Tal vez ambos. —Abrió la solapa de piel—. Eso pensaba —dijo con voz cantarina, arrojándole de nuevo la cartera, intacta, según le pareció.


Él la cogió.


—¿Qué pensabas?


—La mayoría de los tíos llevan un condón —dijo, pasando por su lado como una exhalación—. Uno; no tres. Tío, debes creerte muy bueno en la cama.


—Eso me han dicho.


—Pues haremos que sea una cena rápida y podrás demostrármelo otra vez.


—¿Paula?


Ella se detuvo, volviéndose hacia él.


—¿Mmmm?


—No es lo más romántico que se puede decir, pero ya que has sacado el tema de los condones, las dos últimas veces no hemos utilizado… protección. ¿Estás…?


—Estoy sana, si es a eso a lo que te refieres.


Pedro se sonrojó.


—No. Me refería a si tomas precauciones.


—Dios, qué británico eres —dijo, riendo entre dientes—. Tomo la píldora.


—Ah, bien. Sí, a eso me refería.


Paula se puso rápidamente de puntillas y le besó apasionadamente en los labios.


—Gracias por preguntar.


—Sólo estaba siendo un caballero.


—Eso me recuerda algo. Tienes que ponerte pantalones cortos para cenar.


Con un ceño fingido que parecía muy real la siguió de nuevo hasta la biblioteca.


—¿Pantalones cortos? ¿Qué clase de norma de etiqueta es ésa?


Ella sonrió abiertamente mientras desaparecía dentro de la habitación.


—La mía.




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