viernes, 12 de diciembre de 2014
CAPITULO 2
Pau se quedó inmóvil, agachada detrás del cable. «Mierda.»
El vigilante llegaba pronto. A nueve metros por delante de ella, en el extremo de la puerta, una sombra surgió de entre dos relucientes armaduras de plata.
—¡No mueva ni un músculo!
— Ni se me ocurriría —dijo con calma.Él tenía que estar allí;ella no. Y empuñaba una gran pistola entre sus temblorosas manos—. No estoy armada — prosiguió con la misma voz serena, sin quitar la vista de encima a la temblorosa arma y animándole en silencio a que no se dejase llevar por el pánico.
— ¿Y qué es eso que llevas al hombro? —espetó, acercándose lentamente. Una gota de sudor resbaló por su frente.
«Mantén la calma; haz que se tranquilice.» Sabía cómo encargarse de aquello… lo había hecho antes.
—Es una pistola de pintura.
— Déjala en el suelo. Y la mochila que llevas al otro hombro, también.
Al menos no había comenzado aún a disparar compulsivamente en dirección suya.Joven,pero con algo de entrenamiento,a Dios gracias.Detestaba a los aficionados.
Pau dejó sus cosas en el suelo, colocándolas sobre la elegante y angosta alfombra persa.
— No tienes de qué preocuparte. Estamos en el mismo equipo.
—Y una mierda. —Soltando su mano izquierda de la culata de la pistola, se la llevó al hombro—. ¿Clark? Tengo un intruso. Tercer piso, en la galería.
—¿Me tomas el pelo? —se escuchó por la radio.
— No bromeo. Avisa a la policía.
Tomándose un segundo para sentirse agradecida de que el propietario apreciase su privacidad lo suficiente como para tener cámaras fuera del edificio principal, Pau dejó escapar un sufrido y sonoro suspiro.
—Esto no es necesario. Me contrató tu jefe para poner a prueba la seguridad.
—Como si no hubiera oído eso antes —replicó él con un sarcasmo devastador aun en la fría oscuridad—. Nadie me ha avisado, así que puedes contárselo a la policía. Levanta.
Se enderezó lentamente, manteniendo las manos bien alejadas de los costados mientras se le disparaba la adrenalina un poco más. Por si acaso, retrocedió un paso largo, lejos del alambre.
—Si lo supieras, no sería una prueba. Vamos, podría haberme llevado el Picasso de abajo, o el Matisse de la salita, o cualquier cosa que hubiera querido. Se suponía que debía poner a prueba la seguridad central. Enciende las luces y te mostraré mi DNI.
Las luces se encendieron, con la rapidez e intensidad suficiente para hacer que se sobresaltase. «¿Qué demonios?» Esa casa no disponía de un control remoto de voz… y el vigilante también parecía asustado, su pistola se movía de un modo alarmante.
—Tranquilo —le instó suavemente.
Dobló un poco las rodillas, preparándose para salir corriendo.
Sin embargo, el hombre tenía su mirada parpadeante clavada por encima de su hombro en dirección a las escaleras.
—Señor Alfonso. He encontrado…
—Eso veo.
Pau luchó contra la oleada de enfado y la maldita curiosidad por ver al ricachón que en raras ocasiones aparecía en las fotos. Si lograba salir de allí, lo cual comenzaba a parecerle incierto, iba a matar a Sanchez. «No hay nadie en la residencia.Y un cuerno.»
—Pedro Alfonso, supongo —farfulló Pau sobre su hombro, relajando de nuevo su posición.
—Creí que te había contratado él —dijo el vigilante, con más confianza y seguridad bajo las luces.
—Él no —repuso, decidiendo seguir con el juego—. La compañía de seguridad.Myerson-Schmidt. Tu jefe.
—Es poco probable —murmuró una voz grave muy cerca de su espalda, lo suficientemente alto para que ella lo oyera. Se movía con bastante sigilo para ser un tipo rico—. No va armado, Prentiss —continuó Alfonso con un tono de voz más normal y culto, y un ligero acento británico—. Baja el arma antes de que alguien resulte herido y arreglaremos esto abajo.
Prentiss dudó, a continuación enfundó su pistola.
—Sí, señor.
—Ahora, ¿por qué no le echamos un vistazo, señorita…?
—Solano —le informó.
—Qué inesperado.
Pau no estaba escuchando. Observaba cómo Prentiss cerraba la pistolera y emprendía el paso, indudablemente satisfecho de poder exhibirse ante el gran jefazo.
Observó que ni siquiera bajó la mirada.
—¡Detente! —ordenó Pau,el repentino pánico hizo que la orden sonase estridente y brusca.
—Y una mier…
—¡Dios! —Pau se dio rápidamente la vuelta, se desvió hacia las escaleras y embistió a la carrera contra Alfonso, sin distinguir más que un breve atisbo de pecho desnudo, unos sobresaltados ojos grises y un despeinado cabello negro, cuando le tiró al suelo con ella. La galería estalló a sus espaldas con una explosión y un destello. El calor se cernió sobre ella aun estando apretada contra Alfonso en el suelo.
La casa tembló, el cristal se hizo añicos. Conteniendo el aliento, la galería rugió con mayor estrepito, y las luces se apagaron de nuevo.
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genial el cap rociibell23
ResponderEliminarMuy buen comienzo! ya me enganchó!
ResponderEliminarMuy buenos los primeros capítulos!!
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